ADOLFO SUÁREZ Y MARCELLO CAETANO: dos formas de afrontar una transición
La tercera sesión del seminario, Héroes y Villanos de la historia reciente en la Península Ibérica, tuvo como protagonista la España de Adolfo Suárez y la Portugal de Marcello Caetano. La conferencia fue impartida por Hipólito de la Torre, profesor de la UNED, y Paula Borges, profesora de la Universidad Nova de Lisboa.
Lo primero que habría que exponer de la conferencia es que las transiciones a la democracia son procesos de naturaleza política que suponen el paso de un estado no democrático a uno democrático, y durante un tiempo conviven elementos e instituciones autoritarias con otras propias de la democracia. En este proceso, los primeros van despareciendo a favor de los segundos. En cuanto a las estrategias de transición pueden ser rupturistas o no. En el “caso español” los partidos que habían formado parte de la oposición al régimen de Franco apostaron, en un primer momento, por la ruptura. Sin embargo, con el devenir de la transición los principales partidos de la oposición, el Partido Comunista de España (PCE) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) optaron por posiciones reformistas. Mientras que los partidos provenientes del franquismo defendían un continuismo con ciertas “reformas”. Al final, el resultado de la transición ha sido denominado por algunos historiadores como una “ruptura pactada”. Sin embargo, en el “caso portugués” no tuvo nada que ver con España, ya que fueron los propios militares los que acabaron con la dictadura.
En lo que se refiere a Portugal, Marcello Caetano fue un estrecho colaborador de la dictadura de Salazar. Desde los inicios de su carrera política se consagró como hombre de confianza del dictador, participó en la elaboración del texto constitucional de 1933 y fue nombrado ministro de las Colonias (1944-47), presidente de la Cámara corporativa (1950-55), ministro adjunto de la Presidencia (1955-58) y rector de la Universidad de Lisboa (1959-62), entre otros cargos.
Sin embargo, los conferenciantes hicieron algún matiz, en el que expusieron como Caetano adoptó en el seno del régimen ciertas posiciones moderadamente aperturistas, criticando los excesos autoritarios de Salazar, hasta el punto de dimitir como rector en protesta por una intervención de la policía en el campus de su Universidad. En 1968 fue nombrado primer ministro, sustituyendo a Salazar por enfermedad. Cuando éste murió, dos años más tarde, Caetano siguió al frente del gobierno, hasta que fue derrocado por la “revolución de los claveles” de 1974. Hay que destacar que su mandato se caracterizó por una cierta apertura. Aunque siguió con un carácter antidemocrático, muy símil al de la dictadura salazarista
Finalmente, el descontento de los militares estalló y Caetano fue derrocado, deportado a Madeira y exiliado en Brasil. Finalmente el presidente Eanes le indultó en 1978, pero no regresó a su país.
En cuanto al “caso español”, los conferenciantes expusieron la gran diferencia entre los dos personajes. Juan Carlos de Borbón, sucesor de Franco, se convirtió en el nuevo Jefe del Estado el 22 de noviembre de 1975. A pesar de las expectativas que había generado en su discurso de proclamación entre una parte de la población, durante los meses siguientes no se produjeron cambios significativos en el sistema político, y las pugnas en el seno de las instituciones franquistas se decantaron inicialmente a favor del continuismo matizado con algunas reformas. Así, Carlos Arias Navarro formó un nuevo gobierno, a principios de diciembre, cuya composición era heterogénea, aunque formalmente no rompía con el pasado, dado que sus miembros o bien procedían directamente del Movimiento, o bien habían ocupado distintos cargos políticos dentro del régimen tanto en el ámbito nacional como en el internacional.
El 1 de julio del mismo año, Arias Navarro después del fallido intento “pseudo-reformista”, que pretendía un franquismo sin Franco, fue destituido como presidente. El Rey Juan Carlos I nombró como nuevo presidente del Gobierno a Adolfo Suárez, que inició un proceso real de transición y cambio. Ese mismo año, el Consejo de Ministros elevó a las Cortes dos proyectos de ley: uno, la reforma de varios artículos del código penal, entre ellos el 172, que tenía que permitir la legalización de las asociaciones políticas; y dos, la reforma política, que modificaba la composición de las Cortes y convocaba unas elecciones libres. Además, Suárez tenía previsto un proceso de reforma sindical. El momento decisivo para poder imponer las diferentes reformas, no sólo en la esfera militar, fue la aprobación de la Ley para la Reforma Política en las Cortes franquistas, con un debate muy tenso. Ésta dio, a la larga, el pistoletazo de salida para las reformas en todos los ámbitos.
El 9 de abril de 1977, Sábado Santo, se produjo uno de los hitos de su carrera política. Legalizó el Partido Comunista de España, con Santiago Carrillo al frente. Una decisión que le granjeó las críticas del Ejército y de los sectores más conservadores. Finalmente, el 29 de enero de 1981 Adolfo Suárez presentó su dimisión, casi cinco años después de ser nombrado presidente del Gobierno por el Rey, con el que, decían, había perdido sintonía. Ese mismo año, el monarca le concedió el título de Duque de Suárez por su papel en la Transición.
En definitiva, a modo de resumen, ambos protagonistas llevaron a cabo cierta reforma. Sin embargo, no tiene nada que ver uno y otro. Mientras que Caetano abrió un pequeño atisbo de reforma a la dictadura, no cambió, en cierta medida, nada. Todo lo contrario fue en España con Suárez, ya que, tras el inmovilismo del primero gobierno de Arias Navarro, supuso un impulso bestial a la reforma y, por tanto, a la consecución de una verdadera transición a la democracia.