Los batallones de trabajo forzado en España
La cuarta sesión del seminario, Infiernos en la tierra, trató sobre los batallones de
trabajo forzado en España. La mesa coloquio estuvo formada por Javier Rodríguez, de la
Universidad de León, y Juan Carlos García Funes, de la Sorbonne. Ángel Herrerín fue, una vez
más, el moderador. Éste último tuvo unas palabras para dos historiadores que fallecieron
recientemente: Santos Juliá, un viejo conocido en estos seminarios; y Gabriel Jackson, uno de
los pioneros en romper con la historiografía franquista.
Como no podía ser de otra forma, la conferencia comenzó contextualizando el momento
histórico que nos ocupa. La guerra civil española se inició como consecuencia de una
rebelión militar, que sólo triunfó en la mitad del territorio nacional y provocó una
revolución obrera en una buena parte de la zona republicana; por lo que el gobierno
republicano se encontró en una difícil situación. Dicha rebelión se inició en Melilla el
17 de julio de 1936, triunfando rápidamente en el protectorado de Marruecos
extendiéndose a la mayor parte del territorio español en los días 18 y 19. En muchos
lugares, la resistencia, protagonizada por las autoridades republicanas, fue aplastada en
pocos días. Sin embargo, el alzamiento también experimentó fracasos importantes,
especialmente en Madrid, en Barcelona y en la mayor parte de las unidades navales.
Bien porque el alzamiento no se produjo o bien porque fracasó. El gobierno mantuvo
inicialmente el control de la cornisa cantábrica, la costa mediterránea y la meseta
meridional.
Tres años más tarde, el 1 de abril de 1939, Franco consiguió poner punto y final
a la guerra civil española con una victoria contundente y rotunda:
“En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado sus
últimos objetivos militares las tropas nacionales. La guerra ha terminado. Burgos, 1 de
abril de 1939. Año de la victoria. Firmado: el Generalísimo Franco” 1 .
Este último parte ponía fin a la guerra, aunque deberían pasar casi diez años
antes de la desaparición de focos de resistencia armada contra el nuevo Estado, y casi
cuarenta para la superación de la contienda. La Guerra Civil española produjo
centenares de muertos, miles de exiliados, entre ellos muchos de los nombres más
importantes de la cultura y de la ciencia españolas, e importantes pérdidas materiales,
principalmente en las grandes infraestructuras y en los transportes y en las
1 José María Marín, Carmen Molinero y Pere Ysás, Historia Política 1939-2000. Toledo, Istmo, 2001, p
17.
comunicaciones. Pérdidas humanas y materiales a las que hay que sumar una profunda
fractura de la sociedad española entre vencedores y vencidos. Pero además de las
víctimas y exiliados hay que tener en cuenta los presos.
La segunda cuestión trató sobre los inicios de los batallones de trabajo. Durante
la guerra civil y el franquismo se empleó de una gran parte de los prisioneros de guerra
como mano de obra forzosa, la cual estaría vigente hasta finales de la década de los
cuarenta. El enunciado legal de dichos batallones, decretado por el dictador, es
prácticamente coetáneo a la oficialización de los campos de concentración, 1937. En un
primer momento, estos presos podían resultar destinados a zonas próximas de los
frentes bélicos o quedar en las retaguardias, trabajando para construir y reconstruir
obras civiles o de naturaleza militar. Señalar que en la guerra civil los republicanos
también llevaron a cabo trabajos forzosos con los presos del enemigo.
Tras la guerra civil, tanto los campos de concentración como los batallones de
trabajo experimentaron unas modificaciones administrativas con el objetivo de
adaptarse al nuevo régimen. A lo largo del tiempo sufrieron cambios de nomenclatura,
pero siguieron teniendo el mismo cometido. Una gran parte de prisioneros, como ya he
comentado, tras la guerra civil, fueron empleados para trabajos forzados a cambio de
reducción de condena. La elección para éstos era fácil, pues tenían que elegir entre una
muerte segura o trabajar. Lo normal era que al preso se le pagaran dos pesetas por el
trabajo realizado, de las cuales una y media era para el estado.
Los presos fueron clasificados según el trabajo que acometían antes de la guerra.
Es decir, un gran número de prisioneros eran mineros, por lo que serían clasificados
para trabajar en una mina. También se tenía mucho en cuenta las cualidades físicas. En
cuanto al trabajo realizado durante la dictadura fueron, entre otros, cualquier tipo de
reconstrucciones, trabajos en minas, extracción de mercurio, construcciones de
carreteras, presas… Posteriormente, este trabajo fue subcontratado por empresas
privadas.
Otro de los temas importantes fue la utilización de los campos y batallones con
un fin de adoctrinamiento y castigo. A partir de 1937 el general franco pautó que la
estancia de los campos de concentración y de los batallones de trabajo debía servir para
la reeducación, a través del trabajo, y propiciar la regeneración ideológica de los
prisioneros. Por lo que se introdujo en la rutina de los campos las charlas de
adoctrinamiento político, moral y religioso. Era una forma para que se adaptaran al
nuevo régimen y aceptaran el papel de sumisos. En esta situación, como apuntan los
conferenciantes, la iglesia católica desempeñó una función importante, tanto en la teoría
como en la práctica.
Por último, los conferenciantes expusieron la construcción del Valle de los
Caídos. Ambos no dudaros en señalar que desde el principio fue una construcción
únicamente para los vencedores. Sin embargo, el contexto internacional hizo que Franco
cambiara el discurso refiriéndose a ambos bandos. El régimen había colaborado con las
potencias del Eje – Alemania, Italia y Japón – entre 1939 y 1942, período caracterizado
por las victorias de estos países en la contienda mundial. Al final de la Segunda Guerra
Mundial, Franco intentó un “cambio cosmético” que le permitiera adaptarse a la nueva
situación internacional. Destacar que una gran parte de los que trabajaron en la enorme
obra arquitectónica fueron presos políticos, por lo que se llevaría a cabo mediante
trabajos forzados. Dentro de ella se enterró al dictador, junto a Primo de Rivera,
fundador de Falange Española. Además, en este contexto de acercamiento
internacional, fueron enterrados en fosas comunes en el interior cadáveres de ambos
bandos, que fueron llevados, desde cementerios y cunetas, sin el permiso de sus
familiares. Recientemente, el dictador ha sido trasladado al cementerio del Pardo.
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